Si fuera poeta,
tu nombre se declamaría
en intensas noches de tertulia y recitales.
Si fuera poeta, te inventaría
ese trino de cristal
que huele a sol por las mañanas.
Si fuera poeta, entonces,
te desnudaría, sigiloso,
para bañarte de luz con mi beso tibio.
Si fuera poeta, galardonado
pletórico de urgencias,
y con suficientes poemas en el cielo,
te cautivaría
con aquel susurro tenue por las noches,
para horadar el mágico silencio
de tu voz adormecida.
Aunque si fuera poeta,
extrovertido y sublime,
me desviaría,
miraría más la hoja que tu rostro,
estallaría encandilado
como un relámpago de fuego
con su catarata de letras,
rasguñaría tu cuerpo
con mi pluma intermitente.
Si fuera poeta, de seguro
me tentaría,
cual inexperta quinceañera, resbalaría
en el sutil ejercicio de la verdad más pura,
para sembrar
el húmedo fulgor de la palabra.
Pero si fuera poeta,
sobre todo
con qué facilidad me enrolarían,
me etiquetarían
como si fuera el producto de algún hipermercado.
Cubierto de rótulos me retorcería,
me perdería,
Ido del camino me tumbaría.
Me excitaría más con las aristas de la crítica
que con mi propia poesía.
Si puera poeta -actual- comunicado,
con celular touch e internet incorporada,
me ocuparía más de de la última edición de mi colega
que de hurgar por la corola de la letra.
Aunque si fuera poeta,
probablemente,
podría derivar a sastre, panadero,
o jardinero,
-A fin de cuentas nada,
según Laborum.com-
mejor a un loco costurero,
para hilvanar con tu nombre
y los nombres de otros nombres
el único canto que al fin quiero,
para tejer el anhelo de mi verdad (o quimera),
para lanzar todos juntos
el estruendo
de una bomba de paz
sobre la Tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario